Usa un lenguaje sencillo y cercano, huye de los tecnicismos. Cuenta una curiosidad de la marca, a veces lo que más seduce. Muestra que sabes de vinos, pero siempre con humildad. Saber de vino te dará confianza a la hora de recomendar, no se trata de presumir. Agudiza tu capacidad de observación (situación, compañía, estado de ánimo…). Si es indeciso, debemos recurrir al arte de la insinuación.
Conoce bien los vinos que ofrecéis. Si es posible alguna curiosidad o detalle de la bodega o marca. Prueba los vinos si tienes oportunidad, esto te ayudará a dar tu opinión o recomendación. Pregunta sin miedo. Una o dos preguntas, ¡no abuses! Si te pide ayuda y le sorprendes con tu recomendación, lo tendrás ganado.
Despertar su curiosidad. Que se interesen y pregunten por algún vino y que te pidan consejo. Hacerles partícipes de un descubrimiento “nuevos vinos”. Se sentirán especiales y lo compartirán. Sorprender y entusiasmar. Conseguir que nos recomienden y, lo mejor, que repitan.
Se trata de buscar el equilibrio entre sabores y aromas, consiguiendo que se complementen y se realce, pero no olvidemos que el vino tiene la principal función de saciar la sed y limpiar el paladar.